domingo, 21 de agosto de 2011

Vida abundante

“En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron” (Juan 1:4,5). Una traducción más correcta es: “mas las tinieblas no pudieron apagarla”, que provee gran ánimo al creyente. Veamos en qué consiste.
 
CRISTO es la luz del mundo. Ver Juan 8:12. Pero esa luz es su vida, tal como indica el texto introductorio. Nos dice: “Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida”. El mundo entero estaba sumido en las tinieblas del pecado. Tal oscuridad era consecuencia de una falta del conocimiento de DIOS; como dijo el apóstol Pablo de aquellos otros gentiles, que “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de DIOS por la ignorancia que en ellos hay, por la
dureza de su corazón” (Efe. 4:18).
Satán, el gobernante de las tinieblas de este mundo, había hecho todo lo posible para engañar al hombre en cuanto al verdadero carácter de DIOS. Había hecho creer al mundo que DIOS era como el hombre: cruel, vengador, dado a la pasión. Hasta los judíos, el pueblo que DIOS había elegido para ser el portavoz de su luz al mundo, se habían apartado de DIOS, y si bien profesaban estar separados de los paganos, se vieron envueltos en las tinieblas del paganismo. Entonces vino Cristo, y “el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los sentados en región y sombra demuerte, luz les esclareció” (Mat. 4:16). 
Su nombre fue EMMANUEL, Dios con nosotros. “DIOS estaba en CRISTO”. DIOS desmintió las falsedades de Satanás, no mediante argumentos dialécticos, sino simplemente viviendo su vida entre los hombres, de manera que todos pudieran verla.
La vida que CRISTO vivió no tuvo ni una mancha de pecado. Satanás ejerció sus artes poderosas, sin embargo no pudo afectar a esa vida impecable. Su luz brilló siempre con fulgor perenne.
Debido a que Satanás no pudo manchar su vida con la más leve sombra de pecado, no pudo arrebatarlo con su poder, el del sepulcro. Nadie pudo tomar la vida de CRISTO de sí; Él la ofreció voluntariamente. Y por la misma razón, tras haberla depuesto, Satanás no pudo evitar que Él la tomase de nuevo. Jesús dijo: “Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, mas yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi PADRE”
(Juan 10:17,18). Al mismo efecto van dirigidas las palabras del apóstol Pedro, relativas a CRISTO: “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella” (Hech. 2:24). Quedó así demostrado el derecho del SEÑOR JESUCRISTO a ser hecho sumo sacerdote “según la virtud de vida indisoluble” (Heb. 7:16).
Esa vida infinita, inmaculada, CRISTO la da a todo el que cree en Él. “Como le has dado la potestad de toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo DIOS verdadero, y a JESUCRISTO, al cual has enviado” (Juan 17:2,3). CRISTO mora en los corazones de todos aquellos que creen en Él. “Con CRISTO estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive CRISTO en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del HIJO de DIOS, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Ver también Efesios 3:16,17.
CRISTO –la luz del mundo– al morar en los corazones de sus seguidores, los constituye en la luz del mundo. Su luz no proviene de ellos mismos, sino de CRISTO que mora en ellos. Su vida no viene de ellos mismos; sino que es la vida de CRISTO manifestada en su carne mortal. Ver 2ª de Corintios 4:11. 

En eso consiste vivir una “vida cristiana”. Esta luz viviente que viene de DIOS, fluye en un caudal ininterrumpido. El salmista exclama: “Porque contigo está el manantial de la vida: en tu luz veremos la luz” (Sal. 36:9). “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de DIOS y del CORDERO” (Apoc. 22:1). “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye
diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde” (Apoc. 22:17).
“Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del HIJO del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:53,54). Esa vida de CRISTO la comemos y bebemos al sentarnos a la mesa de su PALABRA, ya que añade, “El Espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida” (vers. 63). CRISTO mora en su Palabra inspirada, y a través de ella obtenemos su vida. Esa vida es dada gratuitamente a todo aquel que la recibe, como acabamos de leer; y leemos que Jesús se puso en pie y clamó, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37).

Esa vida es la luz del cristiano, y es lo que le hace ser una luz para otros. Es su vida; y la bendita seguridad para él, de que no importa a través de cuán densas tinieblas tenga que pasar, no tendrán poder para apagar esa luz. La luz de la vida es suya, por tanto tiempo como ejerza la fe, y las tinieblas no pueden afectarle. Por lo tanto, que todo aquel que profesa el nombre del SEÑOR cobre ánimo, diciendo: “Tú, enemiga mía, no te huelgues de mí, porque aunque caí, he de levantarme; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz” (Miq. 7:8).                                                                                                                            
                                                                                                                                             E.J.Waggoner
                                                                                                                      Bible Echo, 15 octubre 1892

viernes, 5 de agosto de 2011

El Evangelio de Dios


"Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había antes prometido por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo (que fue hecho de la simiente de David según la carne: el cual fue declarado Hijo de Dios con potencia, según el espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos), de Jesucristo Señor nuestro, por el cual recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia de la fe en todas las naciones en su nombre, entre las cuales sois también vosotros, llamados de Jesucristo: a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados santos: Gracia y paz tengáis de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo." (Romanos 1:1-7)
En esta oportunidad quería compartir con ustedes algunos párrafos del libro "Carta a los Romanos" escrita por el pastor E.Waggoner acerca de cual es el evangelio que Pablo fue llamado a predicar. ¿Cómo nos afecta este mensaje a nosotros? Veamos que nos dice:
El evangelio de Dios.– El apóstol afirmó que había sido "apartado para el evangelio de Dios". Es el evangelio de Dios "acerca de su Hijo". Cristo es Dios y por lo tanto el evangelio de Dios al que se refiere en el primer versículo de la epístola, es idéntico al "evangelio de su Hijo" señalado en el versículo 9.
Demasiadas personas separan al Padre y al Hijo en la obra del evangelio. Muchos lo hacen inconscientemente. Dios el Padre, tanto como el Hijo, es nuestro Salvador. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito" (Juan 3:16). "Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí" (2 Cor. 5:19). "Y consejo de paz será entre ambos a dos" (Zac. 6:13). Cristo vino a la tierra como representante del Padre. Quien veía a Cristo, veía también al Padre (Juan 14:9). Las obras que Cristo hizo, eran las obras del Padre, quien moraba en Él (Juan 14:10).
Hasta las palabras que hablaba eran las palabras del Padre (Juan 10:24). Cuando oímos a Cristo decir: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar", estamos oyendo la invitación llena de gracia de Dios el Padre. Cuando contemplamos a Cristo tomando a los niñitos en sus brazos y bendiciéndolos, estamos presenciando la ternura del Padre. Cuando vemos a Cristo recibiendo a pecadores, mezclándose con ellos, comiendo con ellos, perdonando sus pecados y limpiando a los despreciados leprosos mediante su toque sanador, estamos ante la condescendencia y compasión del Padre. Hasta cuando vemos a nuestro Señor en la cruz, con la sangre manando de su costado herido, esa sangre por la que somos reconciliados con Dios, no debemos olvidar que "Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí", de forma que el apóstol Pablo pudo decir, "la iglesia de Dios, que adquirió mediante la sangre del propio (Hijo)" (Hech. 20:28, N.T. Interlineal).
El evangelio en el Antiguo Testamento.– El evangelio de Dios para el que el apóstol Pablo afirmaba haber sido apartado, era el evangelio "que él había antes prometido por sus profetas en las santas Escrituras" (Rom. 1:2); literalmente, el evangelio que Él había previamente anunciado o predicado. Eso nos muestra que el Antiguo Testamento contiene el evangelio, y también que el evangelio en el Antiguo Testamento es el mismo que en el Nuevo. Es el único evangelio que el apóstol predicó. Puesto que eso es así, a nadie debería extrañar que creamos el Antiguo Testamento, y que lo consideremos con la misma autoridad que el Nuevo.
Leemos que Dios "evangelizó [anunció de antemano la buena nueva] a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones" (Gál. 3:8, entre corchetes: N.T Interlineal). El evangelio predicado en los días de Pablo era el mismo que se predicó a los Israelitas de antaño (Ver Heb. 4:2). Moisés escribió sobre Cristo, y tanto del evangelio contienen sus escritos, que alguien que no crea lo que Moisés escribió, no puede creer en Cristo (Juan 5:46,47). "A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hech. 10:43).
Cuando Pablo fue a Tesalónica, solamente disponía del Antiguo Testamento, y "como acostumbraba, entró a ellos, y por tres sábados disputó con ellos de las Escrituras, declarando y proponiendo que convenía que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos" (Hech. 17:2,3).
Timoteo, en su juventud, no disponía de otra cosa que no fuese los escritos del Antiguo Testamento, y el apóstol Pablo le escribió: "Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús" (2 Tim. 3:14,15).
Por lo tanto, ve al Antiguo Testamento esperando encontrar allí a Cristo y su justicia, y serás hecho sabio para la salvación. No separes a Moisés de Pablo, a David de Pedro, a Jeremías de Santiago, ni a Isaías de Juan.
La simiente de David.– El evangelio de Dios es "acerca de su Hijo, que fue hecho de la simiente de David según la carne" (Rom. 1:3). Lee la historia de David, y de los reyes que de él descendieron, que fueron los antecesores de Jesús, y comprobarás que en el aspecto humano, el Señor estuvo tan negativamente afectado por sus antepasados como cualquier hombre pueda jamás haberlo estado. Muchos de ellos eran idólatras licenciosos y crueles. Aunque Jesús estaba hasta ese punto rodeado de flaqueza, "no hizo pecado; ni fue hallado engaño en su boca" (1 Ped. 2:22). Eso es así con el fin de proveer ánimo para la persona en la peor condición imaginable de la vida. Es así para mostrar que el poder del evangelio de la gracia de Dios triunfa sobre la herencia.
El hecho de que Jesús fue hecho de la simiente de David significa que es heredero del trono de David. Refiriéndose a ese trono, dijo el Señor: "será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro; y tu trono será estable eternalmente" (2 Sam. 7:16). El reinado de David es, por consiguiente, consustancial a la herencia prometida a Abraham, que es toda la tierra (Ver Rom. 4:13).
De Jesús, dijo el ángel: "y le dará el Señor Dios el trono de David su padre: y reinará en la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin" (Luc. 1:32,33). Pero todo ello implicaba también que llevaría la maldición de la herencia, sufriendo la muerte. "Habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza" (Heb. 12:2). "Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre" (Fil. 2:9).
Como con Cristo, así también con nosotros. Es mediante gran tribulación como entramos en el reino. Aquel que retrocede ante la censura, o que hace de su humilde condición al nacer o de sus rasgos heredados una excusa para sus derrotas, perderá el reino de los cielos. Jesucristo vino desde las más bajas profundidades de la humillación con el fin de que todos cuantos están en tales profundidades puedan, si así lo desean, ascender con Él a los lugares más exaltados.

Maranatha! (En las próximas publicaciones estaremos compartiendo más sobre Carta a los Romanos, Bendiciones!)

lunes, 27 de junio de 2011

¿Qué es la justificación por la fe?

El tema de la justificación por la fe siempre resulta ser de lo más engorroso, aburrido, complicado e inentendible. El plan maestro de Satanás es que nosotros comprendamos las cosas de esa manera, y oscurecer la luz que proviene del Santuario Celestial, lugar donde nuestro Amado está llevando a cabo la obra de limpieza por nuestros pecados.

En los artículos anteriores presentamos este gran tema desde distintas perspectivas; hoy iremos directamente al grano, respondiendo a la pregunta del blog, ¿que es la justificación por la fe? ¿Por qué es tan necesario que entendamos este punto?

"Nosotros judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles, sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo. Así, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la Ley; porque por las obras de la Ley ninguno será justificado." (Gálatas 3: 15-16)

 ¿Qué quiere decir justificado?

"El significado de la palabra "justificado" es "hecho justo". Deriva del latín justitia. Ser justo es ser recto. A eso le añadimos la terminación ficar, también del latín, significando "hacer". Magnificar: hacer grande. Dignificar: hacer digo, etc. Justificar: hacer justo.
En ocasiones aplicamos el término "justificar" al que es inocente de un hecho del que es acusado sin causa. Pero el tal no necesita justificación, puesto que es ya justo. Ahora bien, dado que "todos pecaron", no hay ninguno justo –o recto– ante Dios. Por lo tanto, todos necesitan ser justificados, o hechos justos."
(Las Buenas Nuevas E. J. Waggoner)

Veamos los siguientes versículos:

"Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador,  y su amor para con los hombre nos salvó,  no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,  sino por su misericordia,  por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia,  viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna." (Tito 3: 4-7)

"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre,  por él seremos salvos de la ira." (Romanos 5:8-9)

"¿Dónde,  pues,  está la jactancia?  Queda excluida.  ¿Por cuál ley?  ¿Por la de las obras?  No,  sino por la ley de la fe. Concluimos,  pues,  que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley." (Romanos 3:27-28)

"Pero al que obra,  no se le cuenta el salario como gracia,  sino como deuda; mas al que no obra,  sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia." (Rmonanos 4:4-5)

"Y si por gracia,  ya no es por obras;  de otra manera la gracia ya no es gracia.  Y si por obras,  ya no es gracia;  de otra manera la obra ya no es obra." (Romanos 11:6)

"Nosotros, judíos de nacimiento,  y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley,  sino por la fe de Jesucristo,  nosotros también hemos creído en Jesucristo,  para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley,  por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado." (Gálatas 2:15-16)

"Y lo llevó fuera,  y le dijo:  Mira ahora los cielos,  y cuenta las estrellas,  si las puedes contar. Y le dijo:  Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová,  y le fue contado por justicia." (Génesis 15:5-6)

"Y ciertamente,  aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,  mi Señor,  por amor del cual lo he perdido todo,  y lo tengo por basura,  para ganar a Cristo,
 y ser hallado en él,  no teniendo mi propia justicia,  que es por la ley,  sino la que es por la fe de Cristo la justicia que es de Dios por la fe;" (Filipenses 3:8-9)

"Y él le dijo:  Hija,  tu fe te ha salvado;  ve en paz." (Lucas 8:48)

"diciendo:  ¿Qué quieres que te haga?  Y él dijo:  Señor,  que reciba la vista.
 Jesús le dijo:  Recíbela,  tu fe te ha salvado." (Lucas 18:41-42)

"Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe,  como está escrito:  Mas el justo por la fe vivirá." (Rom. 1:17) 

 "Así Abraham creyó a Dios,  y le fue contado por justicia. Sabed,  por tanto,  que los que son de fe,  éstos son hijos de Abraham.
 Y la Escritura,  previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles,  dio de antemano la buena nueva a Abraham,  diciendo:  En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición,  pues escrito está:  Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley,  para hacerlas.
 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios,  es evidente,  porque:  El justo por la fe vivirá;
 y la ley no es de fe,  sino que dice:  El que hiciere estas cosas vivirá por ellas
."(Gál. 3:6-12)

 ¿Qué debo comprender para ser justificado?

"Cuando el pecador, penitente, contrito delante de Dios, comprende el sacrificio de Cristo en su favor y acepta este sacrificio como su única esperanza en esta vida y en la vida futura, sus pecados son perdonados.  Esto es justificación por la fe."
(Fe y obras. E.G.W p.107)
                                                                                                                                                                   
"¿Y qué es creer?  Es aceptar plenamente que Jesucristo murió como nuestro sacrificio; que El se hizo maldición por nosotros, que tomó nuestros pecados sobre sí mismo, y nos imputó su propia justicia.  Por eso reclamamos esta justicia de Cristo, creemos en ella, y es nuestra justicia.  El es nuestro Salvador.  Nos salva porque dijo que lo haría. ¿Hemos de participar en todas las discusiones en cuanto a cómo puede salvarnos? ¿Tenemos en nosotros mismos la bondad que nos hará mejores y que nos limpiará de las manchas y las tachas del pecado, habilitándonos entonces para acudir a Dios?  Nosotros simplemente no podemos hacerlo."  (E.G.W Fe y obras p.70)


"Debemos aprender en la escuela de Cristo.  Sólo su justicia puede darnos derecho a una de las bendiciones del pacto de la gracia.  Durante mucho tiempo hemos deseado y procurado obtener esas bendiciones, pero no las hemos recibido porque hemos fomentado la idea de que podríamos hacer algo para hacernos dignos de ellas.  No hemos apartado la vista de nosotros mismos, creyendo que Jesús es un Salvador viviente.  No debemos pensar que nos salvan nuestra propia gracia y nuestros méritos.  La gracia de Cristo es nuestra única esperanza de salvación.

Miramos a nuestro yo como si tuviéramos poder para salvarnos a nosotros mismos, pero Jesús murió por nosotros porque somos impotentes para hacer eso.  En El están nuestra esperanza, nuestra justificación, nuestra justicia.(...)

Mis hermanos, ¿esperan que sus méritos los recomendarán para recibir el favor de Dios, pensando que deben ser liberados del pecado antes de que confíen en su poder para salvar?  Si esta es la lucha que se efectúa en su mente, temo que no obtengan fortaleza y que al final se desanimen." (E.G.W Fe y obras p.35)

"Si están conscientes de sus pecados, no dediquen todas sus facultades a lamentarse por ellos, sino miren y vivan.  Jesús es nuestro único Salvador, y aunque millones que necesitan ser curados rechacen su misericordia ofrecida, nadie que confía en sus méritos será abandonado para perecer. (...)

Algunos parecen sentir que deben ser puestos a prueba y deben demostrar al Señor que se han reformado, antes de poder demandar sus bendiciones.  Sin embargo, esas queridas almas pueden pedir ahora mismo la bendición.  Deben tener la gracia de Cristo, el Espíritu de Cristo que les ayude en sus debilidades, o no podrán formar un carácter cristiano. Jesús anhela que vayamos a El tal como somos: pecadores, impotentes, desvalidos." (E.G.W Fe y obras p.36,37)


"No podemos hacer nada, absolutamente nada para ganar el favor divino.  No debemos confiar en absoluto en nosotros mismos ni en nuestras buenas obras.  Sin embargo, cuando vamos a Cristo como seres falibles y pecaminosos, podemos hallar descanso en su amor.  Dios acepta a cada uno que acude a El confiando plenamente en los méritos de un Salvador crucificado.  El amor surge en el corazón.  Puede no haber un éxtasis de sentimientos, pero hay una confianza serena y permanente.  Toda carga se hace liviana, pues es fácil el yugo que impone Cristo." (E.G.W Fe y obras p.38)

Suscribase via email

Ingresa aquí tu email:

Delivered by FeedBurner

CONFIRMACIÓN REQUERIDA:
una vez ingresado su email, le llegará de manera automática e instantanea un correo a la dirección colocada. Es necesario que confirme haciendo click en el link (de color azul). Si no lo recibió, revise la bandeja de correo no deseado (SPAM). ¡Muchas Gracias!